Cuando miro hacia atrás y analizo el porque no escribí nada en los últimos cuatro meses, surgen un sinfín de excusas tales como "tuve mucho trabajo", "estuve de vacaciones", "estuve ocupado con la mudanza", y mi favorita es la simple "no tuve tiempo para escribir". Se que somos parte de la sobreestimulada Generación Y que jamás tiene tiempo en sus apretadísimas agendas plagadas de eventos laborales, deportivos y sociales para hacer nada que no se considere productivo, pero debe haber algo que se me pasó por alto ya que en este tiempo sentí un hondo vacío literario en mi pecho.
Hace poco menos de un mes me mudé a un nuevo departamento y tomé una decisión radical, no colocar televisión por cable. Los primeros días sin cable sentí una honda soledad que intenté llenar con la decadente televisión de aire y viendo series y películas por la web. Pero obviamente ninguno de estos placebos lograba aplacar mi latente deseo de entretenimiento.
Sin embargo al pasar un par de semanas comencé a disfrutar del silencio y de la soledad de mi nuevo hogar, y sentí como nuevamente se despertaban latentes deseos literarios en mi interior. Lentamente retomé la lectura por las noches y me reencontré con viejos amigos como San Agustín, Miguel Cané y Adolfo Bioy Casares y el sueño de sus héroes. De a poco me vuelvo a sentir a gusto y hoy me pongo de nuevo tímidamente a escribir unas palabras que espero que sean las primeras de muchas.
El próximo paso es deshacerme por completo de la TV y en el tiránico lugar que hoy ocupa en mi living colocar una biblioteca y plantas, y este será el monumento signo de su derrota.