martes, 22 de noviembre de 2011

Humanizar al Amor

Siempre tuve la certeza, a lo largo de toda mi vida, de que sabía lo que era el Amor, nótese que hablo del amor con mayúscula y no del que se escribe con minúscula y se regala tan fácilmente hoy en día. Y a pesar de nunca haberlo experimentado en todo su esplendor lo conocía a la perfección, podía verlo flotando en el aire como algo etéreo, como desvaneciéndose.

Para mí el Amor fue siempre una idea, una convicción llena de reglas (o pasos a seguir) que lo convertían en un ideal, algo por lo que se debe trabajar y mi analogía favorita es que es un tesoro que hay que encontrar. Todas estas formas de concebir al amor hacían que fuese muy difícil dar en la medida del mismo, ya sea porque yo fallaba a la hora de cumplir alguno de los infinitos mandatos ó porque EL OTRO no estaba a la altura de tan noble ideal. Esto termino produciéndome una mezcla de hartazgo por lo trabajoso de la tarea y de miedo de nunca encontrar alguien con quien poder alcanzar el preciado tesoro.
Pero el otro día en medio de una charla no muy diferente a muchas otras que había tenido, la persona con quien hablaba me abrió su corazón y me hizo dar cuenta de que el Amor verdadero es el que se hace humano, el que se humaniza. La verdad me golpeó con tal fuerza que sentí como si me hubiesen abofeteado, en ese momento un torrente de entendimiento me inundó y vi todas mis relaciones (presentes y pasadas) desde una nueva óptica.
            La verdad radica en que somos humanos y por serlo estamos enfrentados constantemente con la tentación, nuestras limitaciones, el egoísmo, los miedos, la falta de comunicación y muchísimos otros defectos que ni nos animamos a mencionar. En lugar de rechazar esta humanidad propia y ajena, de huirle o tenerle miedo hay que aceptarla. Tenemos que aprender a aceptar y abrazar el hecho de que somos imperfectos, hacernos a la idea de que debemos vivir un amor de carne y hueso, con personas reales y con los pies en la tierra. Es normal no querer enfrentar este amor por miedo al dolor, pero hay que entender que el dolor es parte inalienable e inseparable de la naturaleza humana.  No hay sensación tan liberadora como la de permitirse querer desde la humanidad, ya que al hacerlo perdemos el miedo y nos damos cuenta de que no estamos solos.
Hoy ya no puedo, por lo menos sin ser deshonesto, volver a mirar al Amor como lo hacía antes. Claramente el desafío es entendernos humanos, y querernos desde y con nuestra humanidad.


Emilio Ferre


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Vuelven los posts..

Amigos!! Despues de una larga ausencia, en la cual no estuve subiendo posts, por motivos mayormente laborales .... Vuelven los posts a Anastasis.


En las próximas semanas estare acualizando el blog con un montón de material que estuve reuniendo en este tiempo.

Por lo pronto les dejo una imagen que me encanta ... el águila azteca.







Saludos a todos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Argentina, no pierdas la esperanza!

Ayer encontraron muerta a Candela Rodriguez. La niña de 11 años estuvo secuestrada por nueve días y cuya desaparición movilizó a todo un país que hoy está de luto.

No quiero ahondar en los detalles de este terrible crimen que nos horroriza a todos, sino que quiero poner la mirada en todas las cosas que se observan en la sociedad argentina a partir de este hecho.

Está claro que la primera sensación que nos deja el homicidio de Candela es de dolor y horror al vernos enfrentarnos con la peor de las miserias humanas. Este crimen (que no es el primero de su estilo) es el fiel reflejo de un país herido por muchísimos problemas estructurales como la pobreza, la injusticia, la falta de seguridad, la indiferencia y el "ojalá que no me pase a mi". Lamentablemente ya no podemos ignorar que esto SI nos puede pasar a nosotros, a nuestras hijas o hermanas, y nos obliga a pensar en que tenemos que CAMBIAR EL MUNDO que nos rodea (como escuche decir a alguien hace poco). Los argentinos nos acostumbramos a no hablar de las cosas que son "politicamente incorrectas", pero hoy tenemos que volver a hablar en las mesas de los hogares de politica, de un "proyecto de país", de religión y empaezar a involucrarnos para ser participes del cambio.

Aunque esto parezca una mirada lúgubre sobre el contexto actual, quiero decir que a pesar de todo tengo esperanza.... la Argentina me llena de esperanza. A pesar del horror vivido con este crimen, también salieron a la luz muchísimas cosas de gran valor: la solidaridad, la empatía con la familia, la movilizacion de un país entero para encontrar a una niña y por sobre todo el fin de la indiferencia.

Esperemos que los argentinos tomemos el aprendizaje (que tan alto costo tuvo) para empezar a involucrarnos en un proyecto de país donde se empiecen a tratar los problemas estructurales.


Argentina, no pierdas la esperanza!!


martes, 30 de agosto de 2011

Recordando a Jorge Manrique

Dedico un momento del día a un gran poeta, Jorge Manrique (1440-1479), que escribió la que para mi es una de las más grandes poesías de la lengua castellana Coplas a la muerte de su padre.

Esta obra maestra tiene una estructura de rima perfecta (con el esquema abc-abc-def-def) que nos lleva desde el existencialismo con el que nos enfrenta la muerte, hasta una orción en la que habla de la misericordia de Cristo.

Les quería compartir dos de mis partes favoritas (ya que el poema es muy largo y no quiero aburrir a los mas dispersos):

- Las primeras tres estrofas

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

  Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

  Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos. 
 dispersos): 

- La Oración  que se encuentra casi al final

Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona.»
 
Ojalá puedan releer esta obra y elegir sus partes favoritas.

 

domingo, 10 de julio de 2011

Las personas que nos hacen sonreír


Por: Milo Ferre

Hay momentos en la vida en los que sentimos que literalmente podríamos “explotar de felicidad”, nuestros corazones llenos de júbilo galopan dentro de nuestro pecho, no podemos parar de sonreír y se deja entrever la grandeza que reside en vivir una vida compartida.
El secreto de la vida es vivirla con otros, habitar juntos el tiempo que tenemos para contemplar aunque sea de lejos la perfecta felicidad. Hay una infinidad de tipos de relaciones que nos llevan a ese estado de gozo, pero son muy pocas las personas con las que realmente podemos compartirlo. Puede ser en el abrazo protector de un padre, en compartir las alegrías y las tristezas con amigos, un tierno beso robado al final de una noche o la primera palabra de un hijo. Estas personas van ocupando un lugar privilegiado en nuestras vidas y aunque pase mucho tiempo sin verlos los sentimos siempre parte de nuestra intimidad.
Es con estos “compañeros de viaje” con los que vamos forjando lazos que trascienden la simple existencia material e inhieren en nuestra naturaleza espiritual. No es casualidad que use la palabra inherir, ya que estas relaciones van dejando una marca honda en nuestro espíritu que ni los años ni la distancia pueden borrar y transforman la mismísima concepción del tiempo.
Hay dos preguntas que nos hacemos a lo largo de nuestras vidas cuando pensamos en los vínculos ¿cómo podemos lograr tener relaciones más significativas? y ¿cómo hacemos para habitar por más tiempo en las mismas? Las respuestas a las mismas son tan variadas como personas hay en el mundo, pero la experiencia nos va demostrando que en el compartir nuestras verdades mas profundas y en la entrega del propio ser es donde los vínculos se vuelven inquebrantables.
No quiero parecer juez arbitrario ni dueño irrefutable de la verdad, pero quiero compartir algunas ideas acerca del “como vivir relaciones profundas” que he ido capturando en charlas y experiencias de gente que respeto y habita estos lugares más recónditos de mi corazón.

He separado estos conceptos de cómo vivir relaciones profundas en 6 grupos, para poder tratar el tema con mayor detenimiento. Esto es solo una pequeña porción del misterio de las personas que nos hacen sonreír.

Habitar el tiempo juntos

Es el compromiso de que el tiempo que nos toca vivir en este mundo fue hecho para pasarlo juntos. La vida es muy efímera ya que hay poco tiempo, y el mismo fue hecho para ser habitado – y no habitado en soledad – sino que compartido como la gente que amamos. En este concepto de habitar el tiempo juntos conviven dos ideas muy importantes: la idea de comunidad y la de temporalidad.
Cuando hablamos de comunidad no nos referimos únicamente a UN grupo de gente, sino que hablamos de EL grupo de gente con el que elegimos pasar nuestra vida. Cicerón decía, "Hemos nacido para unirnos con nuestros semejantes y vivir en comunidad con la raza humana". Estas personas serán las que compartan nuestra dicha y nos acompañen durante los dolores más profundos, y aunque nuestra comunidad será una sola estará formada por una gran diversidad de grupos de personas diferentes como pueden ser: familia, amigos, un guía espiritual, pareja, etc.
Con temporalidad nos referimos a que viviremos todo el tiempo que abarca nuestra vida con la gente que elegimos. Aunque el verdadero misterio radica en que como no podemos cambiar el pasado, ni podemos saber con certeza que es lo que nos depara el futuro,  solo podemos entregarnos como niños y disfrutar el presente. Hay que aprender a vivir el ahora, a disfrutar las pequeñas cosas y las personas que tengo en este momento, y hacerlo con todos nuestros sentidos y corazón. El cantautor argentino Facundo Cabral decía:

Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.”

Entonces comprendemos la importancia de hacer que cada conversación sea significativa, que cada gesto hacia el prójimo sea uno de amor, todo esto como si no hubiera mañana. Será entonces en la suma de cada una de estas pequeñas gracias de todos los días que comenzaremos a habitar por completo el tiempo de nuestra existencia.

Conocer la verdad del otro

En la actualidad podemos decir que las personas tenemos diferentes niveles de conciencia de nuestro propio ser. Está lo que se demuestra al prójimo o lo que queremos que los demás piensen de nosotros, mas abajo se encuentra lo que se piensa de uno mismo y no siempre se quiere que los demás vean (aquí se alojan nuestras heridas y miedos), y por último en lo más profundo de nosotros se encuentra lo que realmente somos, NUESTRA VERDAD. Es esta verdad escondida la más digna de amor ya que va más allá de lo que queremos mostrar y de la mirada mutilada que tenemos de nosotros mismos.
Para poder entender esta verdad inalienable de alguien (y también la propia), debemos comenzar por reconocer que la otra persona es poseedora de una dignidad que la convierte única en el mundo. El escritor español del siglo XVII, Baltasar Gracián decía “Visto un león, están vistos todos, y vista una oveja, todas; pero visto un hombre, no está visto sino uno, y aún no bien conocido”.

Y cual es la clave para formar un vínculo basado en la verdad del otro, la intimidad. Cuando permitimos que una persona entre en nuestra intimidad y a su vez se nos permite conocer la suya, empezamos a mostrar lo que realmente abunda en nuestro corazón. El secreto es que únicamente se nos permitirá acceder la verdad más profunda de la otra persona si hay confianza, y la confianza es algo que lleva tiempo en cultivar.

Es en esta profunda intimidad que empezamos a amar a la otra persona por lo que realmente es, por su verdad, y es en este amor benevolente donde la persona comienza ser parte nuestra.


Mirar al otro con el corazón

Para poder reconocer la verdad del otro es necesario que sepamos mirarlo y guardarlo en nuestro corazón, y solo se puede lograr esto cuando se consigue estar en silencio y adentrarse en el propio interior. Es así que al alojar a una persona en nuestro corazón, la invitamos a habitar nuestra intimidad y a que en este encuentro nuestras verdades se conviertan en una. El escritor francés Antoine de Saint Exupery decía en El Principito:

He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”

Aunque esto parece tarea fácil no siempre podemos dejar de lado nuestros pensamientos, prejuicios y miedos a la hora de llevar al otro a nuestro corazón, ya que nuestra mente comienza a levantar barreras para evitar que los demás puedan ver nuestra vulnerabilidad y lastimarnos.

Por eso sucede que muchas veces cuando es demasiado difícil invitar a las personas a lo profundo de nuestro ser, hay que animarse a “vivir con el con el corazón en la mano” para que otros puedan acercarse a nosotros. Es en este exponernos al límite que uno tiene todo para ganar y todo para perder, cumpliéndose los que decía Tennyson “Es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca.”.

A través de este acto valiente de exponerse cada uno se va  sensibilizando con la vulnerabilidad ajena y cambiando la mirada por una mucho mas misericordiosa. Es esta mirada hacia los demás, la que viene del corazón, que termina por derribar las barreras que nos separan para que los vínculos comiencen a solidificarse en el amor.


Fundar relaciones en lo profundo

La propuesta del mundo de hoy es de formar muchísimas relaciones, en un cortísimo tiempo y muy superficiales. A los jóvenes - y los no tanto - les da mucho miedo el formar lazos fuertes, y aquellos que si los quieren para su vida no encuentran los espacios donde conocer personas que les permitan descubrir su propia profundidad, lo que les genera una ansiedad que no pueden terminar de explicar. Estos miedos los llevan a sentir una inevitable desesperanza que los hace pensar que de nada sirve cambiar, y es esta desesperanza la que termina por conducirlos hacia un total y profundo sentimiento de soledad.

El desafío radica en que nuestros encuentros, conversaciones y canales de comunicación sean profundos y sentidos, sin olvidar que del otro lado hay una persona con una dignidad tan única como la nuestra. Se trata de que nuestras palabras vengan acompañadas de actos concretos de amor y de verdad. Entendemos que las relaciones se van generando en el compartir momentos - desde los más simples y pequeños, hasta los más trascendentales y determinantes - y aunque no siempre está en nuestro poder el poder elegir que es lo que sucederá, lo que si podemos elegir es con que profundidad los viviremos. Es entonces que necesitamos intentar ir generando cada vez más espacios de encuentros profundos donde podamos compartir lo que tenemos guardado en lo profundo de nuestro ser.

Uno de los aspectos más importantes de estas relaciones es que generan un crecimiento en ambas partes, todos los que son participes de esta recíproca profundidad son enriquecidos por la misma. Este crecimiento es doble ya que es al mismo tiempo personal y mutuo, en el que uno logra desarrollarse y madurar como persona al mismo tiempo que va creciendo y aprendiendo de la otra persona. 


Ser guardián de la soledad ajena [1]

Hay dos fantasías muy comunes a la hora de vivir las relaciones: Una es la tentación de pensar que la otra persona lo es todo, todo lo que buscamos, la solución a todos nuestros anhelos. La otra es no ver la humanidad y dignidad de la otra persona. Aunque parecen dos cosas muy diferentes, son reflejo la una de la otra.

El primero de los casos es uno de total encaprichamiento, cuando alguien se convierte en el objeto de todos nuestros deseos, y en símbolo de todo lo que hemos anhelado, en la respuesta a todas nuestras necesidades. Si no llegamos a ser uno con esa persona, entonces nuestra vida no tiene sentido, está vacía. La persona amada llega a ser para nosotros la respuesta a ese pozo de necesidad grande y profundo que descubrimos dentro de nosotros. Pensamos en esa persona todo el día. En este estado ya no queremos a la otra persona por lo que realmente es (su verdad), sino que por como nos hace sentir cuando estamos a su lado y terminamos por ahogarla. Divinizamos a la persona amada, y por supuesto lo que estamos adorando es nuestra propia creación, es una proyección.

El otro caso se trata de no querer a la otra persona por su dignidad única, sino por lo que podemos conseguir de ella para nuestro propio beneficio. La trampa opuesta al encaprichamiento no es hacer de la otra persona Dios, sino hacerles un simple objeto, algo con lo que satisfacer mis necesidades.  Tiene que ver con el deseo de dominar a otras personas, el impulso de hacernos con el control y convertirnos en Dios.

Amar al otro empieza cuando somos curados de esta ilusión y estamos cara a cara con una persona real y no con una proyección de nuestros deseos, el sueño de comunión plena es un mito. El poeta Rilke – hablando del matrimonio, pero también aplica a nuestro caso - entendió que no puede haber verdadera intimidad hasta que uno no se da cuenta de que cada cual en cierta forma permanece solo. Cada ser humano conserva soledad, un espacio a su alrededor, que no puede ser eliminado.

‘Un buen matrimonio es aquel en el que cada cual nombra al otro guardián de su soledad, y le muestra su confianza, lo más grande que puede entregarle… Una vez que se acepta que incluso entre los seres humanos más cercanos sigue existiendo una distancia infinita, puede crecer una forma maravillosa de vivir uno al lado del otro, si logran amar la distancia que existe entre ellos que le permite a cada cual ver en su totalidad el perfil del otro recortado contra un amplio cielo[2].’

De aquí que entendemos la necesidad de que al querer a alguien es necesario ser custodios de su intimidad reconociéndolo como un ser independiente a uno mismo. Nuestro amor ha de liberar a las personas. Todo amor tiene que liberar y debe abrir grandes espacios de libertad.


Ser sacramento para los demas

Una vez hace unos años en un retiro escuche una charla de sacramentos, en la que decían que los mismos eran signos sensibles y efectivos de la gracia de Dios. Lo interesante fue que luego dijeron que por ende los signos compartidos de la misma gracia, eran sacramentos.

Lo que me puso a pensar que – al igual que Jesús – nosotros estamos llamados a ser sacramento para la gente que nos rodea. Se que esto suena un poco raro, pero lo que estoy diciendo es que tenemos que tener la vocación de compartir nuestra propia vida con los demas, y no solo compartirla sino que entregarla. Como decía Leon Tolstoi:

“No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás”.

El verdadero don de ser sacramento para los demás radica en la ENTREGA, y no una solamente física como nos propone el mundo actual sino que  también mental y espiritual, el todo que somos como persona. Es en este regalarse a los demás en el que mas sinceramente nos encontramos con nosotros mismos.
La forma mas real para alcanzar la máxima intimidad con el otro es regalándole lo que soy por entero. Es en esta entrega donde encontramos la medida para amar perfectamente. Me gustaría cerrar este punto con una de las frases que más me gustan de San Agustín, quien realmente entendió lo que es amar:

“La medida del amor es amar sin medida.”



Estos puntos que acabamos de compartir son solo una pequeña parte de una invitación mucho mayor, el vivir todas las relaciones en nuestra vida de una manera mucho más significativa. Así iremos creando lazos inquebrantables que llenen nuestra existencia, y ya no caminaremos solos sino que nos encontraremos unidos hasta el final de los tiempos. Ya no seremos “uno contra el otro”, sino que seremos uno.
Como dijo Abraham Lincon:

“Amigos. Me resisto a terminar. No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Aunque la pasión ha forzado nuestra amistad, no debe romper nuestros lazos de afecto. Las cuerdas místicas de la memoria, estirándose desde cada campo de batalla, y desde cada tumba de patriota, a cada corazón vivo y cada hogar, a lo ancho de esta tierra, cantarán aún el coro de la Unión, cuando sean tocados de nuevo, como estoy seguro que lo serán, por parte de los mejores ángeles de nuestra naturaleza.” [3]


Los saludo con esperanza, ya que las despedidas entre amigos tienen que estar llenas de esperanza.


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[1] En este punto tomo muchos pasajes del artículo: "Afectividad y Eucaristía", Conferencia de Fray Timothy pronunciada en las XXXIV Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil
[2] John Mood Rilke on Love and Other Difficulties
[3] Abraham Lincon en su primer discurso presidencial

lunes, 27 de junio de 2011

No soy desconsiderado


Soy fumador y no soy desconsiderado. Tampoco soy egoísta, maleducado, misógino ni masoquista.
Muchas veces he escuchado a la gente blandir como una verdad aristotélica antropológica que "el fumador es desconsiderado". Sus caras lo dicen todo cuando, a las 8 de la mañana en el andén de San Isidro, enciendo mi "puchito mañanero" y sus narices se fruncen mientras sus miradas esquivas mandan señales intermitentes de descontento.
Al llegar a Retiro prendo otro cigarrillo desafiando a los "tosedores" y a los que futilmente empujan el humo fuera de su camino. Alguna señora mayor siempre se acerca a preguntarme "¿No sabes m'hijo que te estas matando?". Pero sigo caminando en silencio, dejando que el humo me envuelva ¿quien le dio la autoridad a la gente para afirmar que "todos los fumadores son desconsiderados"? ¿Qué bula papal les dio a estos “buenos cristianos” la potestad de juzgarnos? Soberbios tiranos digo yo, ignorantes marginadores.
Hubo tiempos de gloria para nosotros, tiempos en los que el fumador era un bienhechor para la sociedad y un personaje digno de admiración. Nadie le dijo nunca maleducado a Winston Churchill con su habano y vaso de whiskey, más de una coqueta señora de Recoleta quiso fugarse con James Dean fumando en su convertible, y los jóvenes soñamos con pedirle fuego a la angelical Audrey Hepburn.
Hoy vivimos en el mundo del “prohibido fumar”, de los bares de agua, de las clases de spinning y de los “fumar es perjudicial para la salud”. No hay más señores hablando de futbol los lunes por la mañana en el café de la esquina, dejando consumir su Chesterfield mientras discuten ¿Menotti o Bilardo?
El fumador es en su esencia una persona afable y social que solo busca algo que hacer con las manos en sus momentos de ocio, un caballero que acompaña las mañanas de invierno envuelto en nieblas artificiales, un anacrónico tejedor de sueños.
¿Que sería del mundo sin esas voces roncas, esas “gargantas con arena”? No imagino que terrible conspiración pueda beneficiarse al envilecer a tan nobles y decentes criaturas. Una raza en peligro de extinción, los “románticos del tabaco” siguen agrupándose en pequeños grupos para compartir recuerdos de pasados de tango y humo. Pidamos que nunca deje de existir esta raza gallarda que habita en las esquinas de Microcentro, en las puertas de los bares y en cualquier lugar que alguien necesite fuego.
Soy fumador y no soy desconsiderado.

Por
Milo Ferre

miércoles, 15 de junio de 2011

Me gustas cuando callas

Amigos!! Les regalo una de mis poesías favoritas en el mundo, escrita por Pablo Neruda.
Me acuerdo que cuando era chico me encantaba esta poesía, particularmente por como estaba escrita. Lo que no sabía era que recién de grande iba a entender la magnífica melancolía que encierran sus versos. 
El poder que habita en una mirada esquiva, de un silencio que encierra mucho más que la falta de palabras, la esparanza de la reconciliación, un dolor que desgarra el alma...


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda


lunes, 6 de junio de 2011

Las ventanas


Camino solo en las noches,
a veces corro.
Busco luces que se derraman en la calle,
contando las historias de quienes las prenden.
Ventanas anónimas me dejan entrever
vidas robadas en pequeñas porciones.
Familias que comparten el pan del día,
fruto de su cansancio cotidiano.
Problemas, peleas, abrazos y risas.
Dejanse ver a través de empañados cristales.
La joven pareja queriéndose como refugiar,
en el neófito amor conyugal.
Irradian pasiones, envidias provocan,
desgastándose cada día en la cotidianeidad.
Una muchacha solitaria fumando con la mirada perdida,
soñando con blancos tules y marchas nupciales.
Enferma de soledad, esperando a quien la rescate.
Ancianos olvidados que esperan visitas.
Niños que juegan, que gritan y se pelean.
Intermitentes destellos de televisores.
La gente que ama con las luces apagadas.
Así siempre miramos,
el menú que la vida en las ventanas exhibe.
Esperando encontrar detrás de alguna de ellas,
alguien que apague esta ardiente inquietud.
Mientras tanto camino y a veces corro.
Buscando en las ventanas, siempre buscando.


Milo Ferre


miércoles, 1 de junio de 2011

The Tyger

Amigos, quería compartir este que es uno de mis poemas favoritos escrito por el poeta Ingles William Blake en el año 1794. El poema se encuentra en el libro "Songs of Experience" (Canciones de experiencia) que tiene su libro antónimo "Songs of Innocence" (Canciones de Inocencia) en el que se encuentra el poema "The Lamb" (El cordero).


Este poema es muy poderoso y obscuro. Cuestiona al mismísimo creador de tan majestuosa y terrible criatura como el tigre. También deja entrever la dualidad del hombre hacia las cosas que le generan al mismo tiempo horror y admiración. Elejí ponerlo en su idioma original (Inglés), ya que creo que se pierde mucho en la traducción.


Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?

In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare sieze the fire?

And what shoulder, & what art.
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand? & what dread feet?

What the hammer? what the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil? what dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?

When the stars threw down their spears,
And watered heaven with their tears,
Did he smile his work to see?
Did he who made the Lamb make thee?

Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry? 
 
William Blake